SERIE ENTRE LA TIERRA Y LAS ESTRELLAS

Comienzo esta serie buscando una materialidad que me permita adentrarme en el mundo de lo intangible. Encuentro en las proyecciones de luz una forma posible de poner en escena relatos oníricos y recuerdos. Traer al presente situaciones pasadas, o sin tiempo definido. Como sucede en los mundos paralelos de los sueños, donde el tiempo se desordena y la extrañeza pasa a ser protagonista.

Volver a poner en escena ese pasado y hacerlo parte de un presente fragmentado, diferente. La fragilidad de los seres, que vuelven a su punto de partida. Cuerpos que se descomponen para transformarse en otra cosa, su fusión con la tierra, el origen de lo que somos.

Brotes que renacen.

Ines Perez Bouzas obra entre la tierra y las estrellas
Ines Perez Bouzas obra entre la tierra y las estrellas
Ines Perez Bouzas obra entre la tierra y las estrellas 2
Ines Perez Bouzas obra entre la tierra y las estrellas 2
Ines Perez Bouzas obra entre la tierra y las estrellas 3
Ines Perez Bouzas obra entre la tierra y las estrellas 3

Carbonilla sobre lienzo, 135 x 140 cm

Díptico. Carbonilla y acrílico sobre lienzo, 126 x 296 cm

Carbonilla y acrílico sobre lienzo, 126 x 400 cm

Videoarte para proyectar, 16:9

“Entre la tierra y las estrellas” en el Centro Municipal de Arte de Avellaneda (CMA) junto a Ángeles Ceruti y Marcelo Pelissier.

TEXTO CURATORIAL
"ENTRE LA TIERRA Y LAS ESTRELLAS"

Vivimos una época extraña en la que eventos que otrora considerábamos fantasías apocalípticas parecen estar tomando forma. Nuestro tiempo se presenta como una bisagra, un punto de inflexión sin vuelta atrás; sospechamos que el mundo como lo conocimos hasta hace poco, pronto será sólo un recuerdo y habrá que ensayar nuevas formas de supervivencia.

De alguna manera esta muestra de las artistas Inés Pérez Bouzas y Ángeles Ceruti se instala en ese hiato, ese vacío que es nuestro presente, el presente de nuestros cuerpos, los cuerpos de los que estamos vivos hoy, de los que no nos hemos reintegrado a la tierra de la que venimos, ni nos hemos transformado en los organismos cibernéticos que la ciencia proyecta para el futuro, ese futuro incierto, casi imposible de imaginar.

Las imágenes de Ángeles e Inés bordean entonces esa incertidumbre que nos provoca habitar este tiempo.

Hace ya un par de décadas la población planetaria había alcanzado la cifra de seis mil millones. Algunas estadísticas consignaban que ese número apabullante implicaba que, en ese momento, había más gente viva sobre la tierra que todos los que habían muerto a lo largo de la historia. La cifra actual de población ronda los siete mil setecientos millones.

Caminamos entonces sobre una tierra abonada por los restos de miles de millones de antepasados, de todos esos que se reintegraron a ella para nutrirla, no sin antes haber abonado también la historia que nos constituye. Miles de millones de olvidados, como seremos olvidados nosotros mismos.

Inés Pérez Bouzas nos recuerda que ese es nuestro destino: volver a fundirnos con la tierra, con la naturaleza de la que somos parte. Para eso utiliza imágenes anónimas; si son imágenes familiares o de gente que ella conoce o conoció, Inés no lo aclara, y tal vez es mejor que así sea porque nos habla de un destino común en el que los nombres no cuentan. Sensibilidad barroca la de la artista, que nos confronta con la mirada de otros que antes que nosotros, habitaron nuestro mundo. Memento Mori, recordatorio de nuestra caducidad.

Si por un lado los que estamos vivos hoy tenemos la certeza de que nuestro destino es reintegrarnos a la tierra, por otro, los avances científicos en materia de inteligencia artificial son abrumadores y han permitido a los científicos especular con algo que hasta hace poco era sólo una fantasía de la ciencia ficción: el traspaso de una mente humana a una computadora, o a un organismo cibernético. Este proyecto utópico -tecnofílico y optimista, podríamos decir- implicaría la inmortalidad de la mente, su pervivencia en un cuerpo renovable. Pero algunos teóricos son menos optimistas: para llegar a ese momento, la humanidad debería primero sobrevivir a su actualidad catastrófica, a las pandemias, a la explosión demográfica, al colapso ecológico, a eso que nos estamos acostumbrando a llamar “capitaloceno”.

Ángeles Ceruti nos confronta con una serie de dibujos que intuimos interminable. Fragmentos extraños de un organismo en formación, de un cuerpo inconcebible, de un futuro que podría llegar mañana, o no. Esos fragmentos, en parte orgánicos, en parte maquínicos, estimulan nuestra imaginación deseosa de totalidades. Nos gustaría poder armar ese rompecabezas, ver la conformación final de ese ciborg futuro. Pero la artista está decidida a mantenernos en la incertidumbre. Ángeles parece decirnos que ese cuerpo prometeico, que podría dar el salto hacia otros mundos, tal vez no se arme jamás. Fragmentos imposibles de un futuro incierto.

Mientras tanto, nuestro destino se juega entre esta tierra que nos reclama, y las estrellas que parecen estar esperándonos.

Marcelo Pelissier
Abril de 2021